<
>

El Barça está, de momento, muy vivo en el inicio de la época post Messi

El Barcelona está muy vivo a mediados de agosto. Una semana después de sufrir el peor divorcio que podría imaginar, apenas dos días después de ver por televisión como Leo Messi era aclamado por la hinchada del PSG y sin tiempo a lamentarse, el aficionado del Barça desmintió todos los mensajes apocalípticos comenzando la nueva era con la mejor de las sonrisas.

El domingo comenzó con la aparición de pancartas contra el presidente Laporta y terminó con Braithwaite marcando dos goles y sirviendo otro para que los 20 mil 384 aficionados que acudieron al Camp Nou por primera vez en 17 meses resolvieran pasar página. Las pancartas (curiosamente todas tenían una caligrafía idéntica) desaparecieron y cuando apareció el Barça por el túnel de vestuarios el aplauso fue generalizado.

Nadie se acordó de Laporta en la grada (tampoco de Bartomeu) y entregada la gente de principio a Gerard Piqué (ovacionado cuando fue nombrado en la alineación y coreado en diversos momentos de la tarde), fue repartiendo su favor por igual a un equipo al que llevó en volandas. Si Koeman casi podría decirse que suplicó a la hinchada que acompañase a sus hombres, la respuesta de ésta no pudo ser mejor.

El Barça respondió con grandeza. No está Messi pero está el equipo. Falta la magia del 10, pero se catapulta la personalidad de un colectivo dispuesto a dar ese paso al frente tan necesario en un momento de esta magnitud. Respondió el primer día... Y habrá que ver si seguirá por la misma senda a partir de la próxima jornada, donde pasará una buena prueba en San Mamés frente al Athletic.

Pero el Barça, de momento, está vivo, muy vivo, más allá del césped. Demostró estar vivo a través de una afición que desmintió de manera absoluta al cataclismo deprimente que se hizo lugar en los últimos días alrededor del club. Los mensajes pesimistas que se multiplicaron en las redes sociales, las críticas a la gestión del presidente, con el tema Messi al frente, y la sospecha que pudiera vivirse una noche de cuchillos largos desembocó en una comunión tan impensable como magnífica para el club.

Poco menos que arruinado, impotente en el mercado y agobiado en muchos órdenes pudiera pensarse que el Barça post Messi estaba llamado a sufrir una auténtica travesía, deprimente, por el desierto. Habrá que ver qué pasa adelante, pero mientras París vive entregado a su nuevo héroe, el Camp Nou mira al futuro, y al presente, con el mejor de los ánimos.